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La vejez, entonces, estaría más cerca de la muerte, un tiempo para buscar significados y avanzar hacia la totalidad, siendo este el objetivo del proceso de individuación, desarrollo psíquico vivido por todos.
La relación humana con la muerte varía según la época y la cultura en cuestión. Se cree que para muchas culturas antiguas existía una continuidad post-muerte (algo que aún es posible ver en algunas religiones, como el cristianismo, el judaísmo, entre otras, que creen en la vida después de la muerte, o bien en la reencarnación, como Budismo). Para algunos autores, como Ariès (1977), la muerte fue vista durante mucho tiempo desde un punto de vista pacífico y familiar, con lo que algunos autores demuestran su desacuerdo.
Magallanes y colaboradores utilizan como ejemplo la Europa medieval para afrontar la peste negra: era una época en la que la muerte estaba por todas partes, y tenía un aspecto grotesco: muertos tirados a las calles, sin ataúdes para todos. Es un ejemplo de cómo la muerte pudo haber adquirido un aspecto más sombrío y oscuro.
Esta visión de la muerte influye también en cómo la sociedad trata a las personas mayores. Se creó un tabú sobre la muerte y, en consecuencia, sobre los más cercanos a él. El rostro viejo funciona a menudo como recordatorio del final de la vida, con las marcas del paso del tiempo, que la medicina intenta evitar incansablemente, a través de los cosméticos y las medicinas.
También el sistema capitalista, muy centrado en la producción, valora los cuerpos de los jóvenes, los productores, que aportan económicamente al sistema, y descarta los cuerpos de los ancianos para los hospitales y residencias de ancianos, para que la muerte esté cada vez menos presente en la vida cotidiana. Los ancianos, considerados anticuados y miserables, son arrojados a un lado, en campos nublados y olvidados. Necesitamos volver a darle sentido a la vejez.
Carl G. Jung, un psiquiatra suizo, señaló que, como cualquier otra etapa de la vida, la vejez tiene su propósito, y eso sería la sabiduría. Es una fase en la que, a medida que se van las figuras presentes en la vida (padres, hermanos, primos), la aproximación de uno mismo se vuelve muy importante. Según el autor, al acercarse a la muerte, el ser humano puede comprender mejor lo que es importante en su vida, y deshacerse de asuntos inútiles y superficiales, que no ayudan en el autoconocimiento (Magalhães et al., 2012). Sería la vejez, entonces, un tiempo para buscar significados e ir hacia la totalidad, siendo este el objetivo del proceso de individuación, desarrollo psíquico vivido por todos.
Al mirar la vejez de esta manera, como una búsqueda del todo, y no simplemente el final de la vida y la falta de productividad, se comienza a ver a los ancianos de una manera nueva. Es necesario que se amplíen las ideas sobre la vejez. La vejez es de hecho un acercamiento físico a la muerte, pero junto con eso también vemos, como dijo Jung, sabiduría, conocimiento. Este punto de vista es relevante desde el momento en que le da sentido a la última fase de la vida, a pesar de que el sistema actual y el mundo siempre descartan a las personas que están en él.
Referencias
Ariès, P. (2003). Historia de la muerte en Occidente: desde la Edad Media hasta nuestros días. Publicaciones Ediouro.
Magalhães, GP, Gonçalves, GR, Sawaguchi, G., Taba, S. & Faria, DLde (2012, agosto). Redes de vida: una lectura junguiana sobre envejecimiento y muerte. Revista Temática Kairós Gerontologia, 15 (4), “Finitud / Muerte y Vejez”, pp.133-160. ISSN en línea 2176-901X. Imprimir ISSN 1516-2567. São Paulo (SP), Brasil: FACHS / NEPE / PEPGG / PUC-SP
Ana Luisa Pires Padula – Alumna del 5º período de graduación de la carrera de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP). Obra escrita en la disciplina «Ancianos en obras de teatro», impartida por el profesor. Ruth Gelehrter da Costa Lopes, cuya propuesta fue analizar cómo el teatro ofrece abundante material sobre el proceso de envejecimiento contemporáneo. Correo electrónico: aninhapadula@hotmail.com.
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