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El enfoque optimista del envejecimiento nos permite descubrir cualidades, habilidades y nuevas soluciones que, si se enfatizaran en la mirada patológica, nos vincularían a los trastornos mentales.
Durante los últimos años, a través del trabajo de Coaching que he venido ejerciendo, llegué a conocer el universo de la Psicología Positiva, un término relativamente nuevo y amplio que involucra estudios científicos relacionados con temas de la vida enfocados en más calidad y mayor significado. Todas sus aplicaciones se prueban empíricamente.
La Psicología Positiva es el campo de la Psicología que estudia las experiencias positivas y las relaciones positivas. Propone no centrarse solo en los problemas de las personas, sino buscar comprender la ciencia y la anatomía de la felicidad, las experiencias positivas, el optimismo y el altruismo.
Fue en la década de 1990 cuando Martin Seligman comenzó a estudiar, desde el punto de vista científico, todo lo que hace feliz al ser humano. Así, la Psicología empezó a ayudar a las personas a construir una realidad con más sentido en la que el cuestionamiento cambiaba de: – que es incorrecto
¿contigo?
Para – que es por supuesto
¿contigo?
Este enfoque positivo nos enseña a mirar lo que funciona y nos permite descubrir cualidades, habilidades y nuevas soluciones que, si se enfatizaran en la mirada patológica, nos vincularían a los trastornos mentales.
A través de sus estudios, especialmente en su libro “Auténtica felicidad, Martin Seligman ha demostrado científicamente las ventajas de ser optimista y lo que resultó ser: Las personas más felices tienen:
Más longevidad (vive un promedio de 8 años más que los pesimistas)
Salud por encima de la media
Más éxito en el trabajo
Mantente en relaciones estables
Más ejercicio físico
Son más creativos.
Uno de los puntos más emblemáticos de todo el estudio de la Psicología Positiva, en mi opinión, es la observación a través de la investigación, ¡que podemos elegir ser más felices! Sabemos que no todo el mundo nace optimista, pero hay una forma de cambiar.
Sonja Lyubomirsky, profesora de psicología de la Universidad de California – Riverside, egresada de la Universidad de Harvard, publicó un estudio relacionado con el campo de la felicidad con un enfoque genético sobre el tema.
A través de preguntas como:
– ¿Las personas han nacido con un nivel definido de felicidad?
– ¿Puede la gente ser más feliz de lo que es?
Estas preguntas se responden en su libro, La ciencia de la felicidad: cómo lograr una felicidad real y duradera. Según Sonja ,
nuestro rasgo genético representa el 50% de nuestra felicidad. Mientras que la otra mitad está influenciada en un 10% por las circunstancias de la vida y en un 40% por nuestras actividades intencionales, como se ilustra en la siguiente figura:
Así, de este estudio podemos ver que tenemos un margen del 40% (nuestras actitudes y elecciones) + 10% (factores circunstanciales de la vida) para desarrollar nuevas actitudes y habilidades – si nuestro 50% (debido a factores genéticos) no son ¡a nuestro favor!
Según Richard Davidson, psicólogo, la felicidad es una habilidad que puedes entrenar. Es como jugar baloncesto o tocar la guitarra: cuanto más practiques, mejor.
Y es a partir de este concepto que quiero centrarme en la etapa de la vida que estamos viviendo cada vez más, que es el envejecimiento, y enfatizar que podemos ser felices o entrenar para este logro.
Estamos envejeciendo a una velocidad asombrosa, con una velocidad nunca vista en nuestra historia. Mientras que la población de Francia tardó más de un siglo en duplicar su población mayor de 60 años (1850-1995), en Brasil este fenómeno será un hecho en 25 años (2010-2035).
En el último siglo hemos tenido más acceso al conocimiento, conciencia de nuestro comportamiento en relación con la salud, la higiene y la alimentación. También adquirimos más educación entre otros factores ya mencionados, lo que nos permite envejecer de forma cualitativa como nunca antes se había visto en generaciones anteriores.
Como la prolongación de la vida ya es un hecho en nuestra sociedad, es hora de que todos la disfruten de una forma sana y feliz.
Por ejemplo, un envejecimiento saludable debe lograrse a diario, mediante:
Actitudes y emociones positivas
Esperanza, autoaceptación
Compromiso (en actividades, por ejemplo)
Conexiones sociales positivas
Aceptación del paso del tiempo
Significado de vivir
Logro, persistencia y metas
estar al día
Practicando actividad física
Adquirir nuevos conocimientos
Disfrutando de ganancias y oportunidades, con sentido de propósito, autonomía y esperanza.
Y si estos logros te parecen distantes de tu realidad actual, comprende que son hábitos y actitudes que aprendemos a través de la repetición de conductas y así incorporar a nuestra rutina. Esta práctica de generar nuevos hábitos nos fortalece para desarrollarnos y generar más felicidad y bienestar en todas las etapas de la vida, así como en la vejez.
Y a través del estudio de Sonja Lyubomirsky sabemos que tenemos al menos un 40% de margen para ejercer nuevas prácticas.
Referencias
Seligman, Martin. Felicidad auténtica.
Lyubomirsky, Sonja. La ciencia de la felicidad: cómo lograr la felicidad real y duradera.
Rosana Kutnikas es psicóloga. Texto redactado en el curso Fragilidad en la Vejez: Gerontología Social y Atención, impartido por la PUC-SP, en el primer semestre de 2018, y también de las lecturas del Cuaderno del Curso de Psicología Positiva: Psi + y una conferencia con la Dra. Ana Prates. Correo electrónico: rosana.kutnikas@gmail.com