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Longevidad y dignidad al morir

Longevidad y dignidad al morir

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Aunque vivimos más, estamos lejos de afirmar que vivimos mejor y más lejos de la dignidad cuando morimos.

Hoy, Brasil tiene una población de aproximadamente 30 millones de personas mayores, y según estimaciones del IBGE, esta cifra se duplicará para el año 2060, cuando seremos más de 60 millones de personas mayores de 60 años.

Como grandes factores de esta longevidad tenemos los avances en la medicina y las ciencias de la salud, logrados día a día, por investigadores de todo el mundo, en las áreas cuyo fin último es garantizar una vida más larga.

Sin embargo, aunque estemos viviendo más, estamos lejos de decir que estamos viviendo mejor, dependiendo del punto de vista que se aborde, de lo contrario, vemos.

La gran mayoría de las personas tiene conocimiento de casos en los que conocidos, familiares, amigos o amigos de amigos, están o han pasado años en camas de hospital, en instituciones de salud y asistencia, victimizados por dolencias y / o consecuencias de salud que hicieron o convierte a estas personas en seres humanos sin condiciones mínimas de lo que popularmente se denomina «vida normal».

En estas condiciones, las personas de edad avanzada o cronológicamente victimizadas muy temprano por enfermedades o secuelas irreversibles, permanecen años y años sin ninguna interacción con el mundo exterior o, cuando esta interacción existe, siempre está ligada a temas relacionados con la propia salud, en un intento de paliar las maleficencias vividas.

Estas mismas personas, no por extraño que parezca, fueron o son conejillos de indias de nuevas drogas y nuevas experiencias en lo que a sus descubrimientos se refiere, pero al final, terminan muriendo luego de sufrir mucho por las reacciones adversas de lo que se probó, y en muchos casos, estas mismas personas ni siquiera mostraron ningún tipo de reacción durante muchos años, sin saber si sufrían o no y sin que jamás se les hicieran preguntas tan sencillas como: «¿Quieres probar esto?» o «¿es su voluntad utilizar esta nueva alternativa?».

Son innumerables los casos de personas mayores o no, en situaciones en las que una enfermedad o un tumor que les afecta presenta la muerte como única certeza, ya que ni siquiera el uso de todas las alternativas y todos los recursos disponibles es capaz de evitar lo inevitable, estas mismas personas siendo víctimas del silencio de la información y de la imposición de voluntades que no son legítimamente suyas.

La gran mayoría de ellos, en un número inconmensurable de veces, ni siquiera saben que pueden decidir y que es su voluntad la que debe prevalecer, simplemente porque esto tampoco les ha sido explicado nunca.

Si un paciente, consciente de su estado de salud, las alternativas disponibles y las consecuencias sobre qué elegir, no quiere someterse a ningún tratamiento o procedimiento, así como si no quiere utilizar algún medicamento que le cause más malestar que bien. -Siendo, es absolutamente imprescindible que seas consciente de que la elección que debe prevalecer es tuya, sin posibilidad de aceptación en frases como «probemos» si eso no es lo que el paciente quiere.

El profesional responsable de las pautas técnicas en lo que existe como alternativa es responsable de explicar lo que se puede hacer y las consecuencias de lo que se elija, pero nunca la imposición de ninguna técnica ni el uso de ningún fármaco en un intento de salvar o paliar la sufrimiento de quien, iluminado, entendió por sí mismo, por su propia voluntad, por dejar que la vida siga su curso y esperar la muerte, de la manera más digna que considere, mínimamente sin dolor, pero sin ser el víctima de experimentos que no evitarán lo inevitable.

Pensar lo contrario repercute en la aceptación de una vulneración de la autonomía y la dignidad, absolutamente inaceptable e inconcebible, especialmente en una época en la que se habla mucho del respeto, perseguido por movimientos sociales de todos los órdenes, que buscan la igualdad de derechos, para todos los géneros y para todas las carreras.

Aceptar lo contrario implica ser cómplice de obstinaciones terapéuticas, impulsado por intereses terciarios distintos de la voluntad efectiva y la autonomía del paciente, y que recibe el nombre técnico de distanasia, que incluso está prohibida por el Código Ético Médico.

No se trata de matar a nadie o animar a esa persona a quitarse la vida, cometer eutanasia o suicidio, esto es un crimen, absolutamente prohibido, pero respetando la voluntad de quienes, iluminados, tuvieron su opción de dejar que la vida siguiera su curso. , absolutamente respetado y que eligió de la manera más digna que parece esperar la muerte.

Se trata de dar cuenta de lo que se denomina el nombre técnico de ortotanasia, también previsto en el Código de Ética Médica, suspendiendo tratamientos que prolongan la vida, pero que no curan ni mejoran la enfermedad que padece el paciente, previa debida aclaración requerida por parte del profesional competente, por lo que, efectivamente, la mejor opción es la del paciente, a quien se le ofrecen todos los cuidados paliativos disponibles.

La muerte es un concepto inexorablemente ligado al concepto de vida, ya que todo el que vive camina hacia la finitud, concepto inexorablemente, a su vez, ligado al ser humano.

Vivimos en una realidad en la que la ciencia del siglo XXI estudia y trabaja con un fenómeno llamado criopreservación, en el que se produce la congelación de los cuerpos humanos para que puedan ser revividos en el eventual descubrimiento de una enfermedad que los victimizaba, sin que esto suceda. siendo un ensueño futurista una práctica en los países del primer mundo.

Hoy ya puedes elegir qué quieres hacer después de la muerte, en este caso de la criopreservación, pero ¿por qué elegir cómo llegar sigue siendo un tabú tan grande?

Lo que todavía parece futurista, cercano a la posibilidad de tener un organismo congelado para que en un futuro incierto y dudoso, sea posible descubrir la curación de los males de salud hoy considerados irreversibles que los victimizaron y revivieron, es la posibilidad de discusión y comprensión de que podemos elegir cómo queremos nuestro fin, que se entregue a las personas que viven a merced de la mala salud, ya sea en el ámbito público o privado, en un país que ha demostrado estar envejeciendo.

Estamos envejeciendo indiferentes a una elección que solo nos corresponde a nosotros porque estamos delegando en terceros la realización de lo que debemos saber y debemos decidir, ya que cada muerte, así como cada vida, es única y absolutamente individual.

No es simplemente un tabú moral, religioso, financiero, social o científico, puro y simple. Cada uno utiliza uno de ellos para justificar la negativa a pensar en el propio fin, como si éste fuera para evitar lo inevitable, que acaba reforzando por completo la triste realidad que vivimos hoy.

Estas son víctimas de innumerables distanasias y posibilidades reales de ortotanasia, ya que ni siquiera sabemos que podemos elegir, aunque ni siquiera queremos escuchar sobre el final y cómo puede valer la pena, ocurriendo en el día a día a costa de de nuestra dignidad y nuestra autonomía., quienes están pagando esta factura.

Estamos envejeciendo indiferentes a la posibilidad de tener una vida digna hasta el final, porque sí, tiene un final y está absolutamente ligada a él.

Nuestra ignorancia, nuestra omisión y nuestra indiferencia contribuyen al hacinamiento de las camas de los hospitales, con la desenfrenada disputa por nuevos medicamentos, a diario, a costa de innumerables vidas, que ya no son vidas; Actuar en alianza con un sistema de salud, público o privado, que obstaculiza lo que tenemos más legítimo: nuestra voluntad, basada en nuestra más legítima autonomía.

Nuestro silencio nos convierte en cómplices de un sistema que solo silencia nuestra voz y nuestras elecciones porque así permitimos todos los tiempos que no queremos saber o que no buscamos para reflexionar o informarnos sobre nuestro propio fin.

¿Hasta dónde llegaremos con esto? Porque seguro, seguro, lo único que tenemos, aunque seamos cada vez más longevos, es nuestra finitud.

Y luego, la pregunta sigue siendo: ¿quién elegirá para ti la forma más digna de esperarla? Con distanasia u ortotanasia, un día llega.