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Antes de quejarse de dolor, escuche a sus clientes mayores y establezca una relación de confianza, desarrollada con empatía y donde haya escucha, apreciación del habla, apreciación del otro.
Hoy les voy a hablar de algo más subjetivo. Una percepción mía basada en la práctica, no tanto, de 14 años de trabajo con el público mayor.
Desde los últimos años de la universidad, noté una gran facilidad para trabajar con la población de más de 60 años. Además de apreciar mucho la práctica clínica, siempre me ha parecido fascinante el proceso de envejecimiento y las diferentes “vejeces”, pero, además, siempre he tenido alianzas exitosas profesional sanitario-paciente.
Todos sabemos que logramos buenos resultados de salud más rápidamente, cuando existe un vínculo en la relación terapeuta-paciente y, a menudo, también con sus familiares. Cuando existe el compromiso de todas las partes involucradas, la posibilidad de obtener buenos resultados es mucho mayor. Varios textos traen esta propuesta y abordan la importancia de la humanización en el cuidado de la salud y de dar “voz” a las personas mayores.
Creo que esto se puede estudiar, ejercitar, entrenar, pero cuando ocurre de forma natural por empatía, la relación se establece de forma natural y desde el primer contacto.
¿Aprendemos a sentir empatía? ¿Nacemos con eso? ¿Nos desarrollamos a lo largo de la vida?
Reflexionando sobre la práctica y escuchando “Feedbacks” en la oficina, me doy cuenta de la importancia de escuchar y validar una queja. Parece obvio, lo sé.
Imagínese sufriendo de dolor crónico de rodilla durante años. Tienes artrosis avanzada y la solución sería una prótesis, pero con la vejez la cirugía sería muy arriesgada. Ya has pasado por varios especialistas y con pocas esperanzas de mejora, vas a una nueva cita donde rápidamente le dices cuánto ese dolor impacta tu vida diaria, interrumpe tus actividades, te desanima y te aísla de las actividades sociales.
La respuesta que recibe del profesional es «esto es la edad», o si no, «no hay milagro», o incluso algo más técnico «la medicina aún no ha avanzado en esta dirección», ok. Pero, ¿qué haces con el dolor? ¿Quién más está interesado en este dolor sin resolver?
Angustia…
Frustración…
Sentimiento de impotencia en ambos lados establecido junto con una relación debilitada.
¿Qué podría ser diferente?
Mi primera sugerencia: Validar la denuncia. Escuchar, acoger, comprender y no intentar minimizar el dolor que se siente en el otro, reduciendo su importancia.
Si el profesional comprende lo importante que es ese dolor para los ancianos, juntos pueden llegar a una estrategia que mejore la calidad de vida del paciente e incluso de la familia. El miembro de la familia o el cuidador de una persona mayor con dolor crónico a menudo se agota al escuchar esa queja a diario. A menudo, duda de la intensidad y no comprende el sufrimiento real en el que está inmerso el anciano.
Mi segunda sugerencia es establecer claramente los roles de cada persona en el proceso de rehabilitación. Deja claro que cada uno jugará un papel de importancia y confianza en la relación y que de ello depende el éxito del tratamiento. El profesional no alcanza el objetivo solo, sin la colaboración del paciente y, así mismo, el paciente necesita una escucha calificada, orientación y conducta profesional. Se pueden lograr las expectativas esperadas, las expectativas trabajadas y, a menudo, las “adaptadas”.
A los jóvenes profesionales que trabajan o pretenden trabajar en Gerontología, mi consejo es que escuchen a sus clientes mayores y establezcan una relación de confianza, desarrollada con empatía y donde haya escucha, apreciación del habla, apreciación de la denuncia … La apreciación del otro.