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Asociada a una visión borrosa, de la que forma parte la persona mayor, tenemos un contexto político y social que no siempre favorece el crecimiento y desarrollo del ser humano en su conjunto. Y los ancianos, ya fuera del mercado laboral, entran en escena como uno de los actores más afectados de esta obra.
Vivimos en un momento de transición, en el que la persona mayor emerge como alguien que ha venido para quedarse, independientemente de sus deseos e intereses sociales. A lo largo de los años, las personas mayores se han convertido en depositarias de críticas, demandas e insinuaciones, construidas a partir de una visión equivocada del anciano y del proceso de envejecimiento. Asociado a esta visión borrosa, de la que forman parte las personas mayores, tenemos un contexto político y social que no siempre favorece el crecimiento y desarrollo del ser humano en su conjunto. Y los ancianos, ya fuera del mercado laboral, entran en escena como uno de los actores más afectados de esta obra.
Las familias dependen de unos escasos ingresos de jubilación. No hay espacio para todos, y la vejez es la principal responsable de los temas de seguridad social, acceso a bienes y servicios. Si existen limitaciones clínicas con la demanda de cuidados, se les hace responsables y se les imputa, como si fueran los únicos culpables de existir en la vejez.
¡De todas formas! Gran parte de la visión negativa que expresan sobre las personas mayores sirve como combustible para la segregación y el aislamiento, dejándolos en una situación y vulnerabilidad social, expuestos a todo tipo de violencia, incluso dentro de sus hogares. Hay que revisarlo y detenerlo, la persona mayor necesita espacio para ser escuchada, ¡incluso a costa de los gritos de FUEGO!
Con el envejecimiento de la población, el número de personas mayores irá en aumento y la necesidad de revisar el lugar de los mayores en nuestra sociedad, da un nuevo barniz a las relaciones y al envejecimiento. La vejez debe ser un lugar común para todos, sin que se la considere excluida y desamparada.
Es necesario que el anciano sea visto desde una nueva perspectiva, para que encuentre su lugar de valor social. Y que los puntos positivos y negativos se vean en todos los momentos de la vida, sin centrarse solo en las etapas iniciales o la etapa más avanzada de la vida.
Es comprensible que los ancianos vengan a anunciar finitud, enfermedad y muerte, temas temidos por todos los seres humanos, pero también viene a anunciar pragmatismo y experiencia, además de esperanza. Para ello, la reflexión y la revisión permiten la acomodación de ideas y el desplazamiento de certezas, lanzando nuevas perspectivas en las que jóvenes, adultos y ancianos construyen relaciones de mayor calidad y afecto, con espacio para la expresión de solidaridad y altruismo.
En un mundo marcado por el individualismo y la violencia, tener un lugar para expresar los sentimientos es fundamental e implica la participación de todos. Es necesario calmarse y tener acolchado para lidiar con las aflicciones actuales. Sin borrar a los ancianos, sin quitarles la autonomía, sin desempoderarlos.